Ahí está Julio Bocca. Es uno de los que aún no se animan a sacarse toda la ropa, pero que eligen este sitio porque les gusta el contacto directo con la naturaleza, el sol y la arena. Se siente liberado de las miradas ajenas y se rodea sólo de sus amigos.
El martes 29 fue el primer día que lo vieron descansando en Chihuahua, y por la noche lo encontraron caminando y dando vueltas por la zona del puerto de Punta, tomando algunos tragos en Moby Dick, el bar con más onda del lugar. En fin, gustos que no pudo darse hasta después de su reciente retiro.
Bocca está relajado: ya ni recuerda que se lo consideraba el bailarín más emocionante de la era post-Baryshnikov. Y aunque tiene debilidad por sus colegas Eleonora Cassano, Cecilia Figaredo y Alessandra Ferri, esta vez no vino con ellas, sino con su socio, Lino Patalano, y un grupo de amigos. El plan fue uno solo: divertirse. Porque Bocca se ha convertido, por decisión propia, en un jubilado. Ya en los últimos tiempos le costaba ir a las clases y los ensayos, y a eso se le sumaban los problemas lógicos que devienen de dirigir una compañía. “Necesitaba descansar. Me retiré por ese motivo y para que este romance tan largo y maravilloso que llevo con la danza desde hace más de veinte años no termine a las patadas. Estoy empezando una nueva vida, con más tiempo para mí ya que, si bien considero que estoy grande para seguir bailando, todavía soy muy joven y puedo empezar a vivir de otra manera, y eso me da felicidad”, le contó a un grupo de turistas que lo reconocieron.
El miércoles y jueves volvió a cumplir el mismo ritual: llegada a la playa después del mediodía, una sombrilla –que nunca usa– debajo del brazo, sus cosas en las reposeras cercanas a la torre del guardavidas, quedarse en sunga, protector solar en su flamante calva, olvidarse por completo del reloj y… ¡a broncearse junto a sus amigos!
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