Todo el mundo sabe que el yoga es una disciplina espiritual milenaria (su origen se remonta, aproximadamente, al siglo XVII antes de Cristo) que busca la reunificación del cuerpo con el espíritu. Dentro de sus múltiples variantes, la más practicada en todo el mundo es el Hatha yoga, que se basa en la respiración y en diversas asanas, que vienen a ser posturas de equilibrio, fuerza, coordinación y concentración. Su origen se remonta, aproximadamente, al siglo XVII antes de Cristo y hoy está en pleno auge. Una de sus últimas encarnaciones es el «naked yoga» o «yoga nudista».
Pero, ¿qué sentido tiene hacer yoga sin ropa? Pues porque, según la entrenadora sexológica y educadora tántrica Carolina Fleishman, de Yummatopia, «cuando estamos desnudos nos encontramos más cerca de la verdad de nuestros cuerpos, nuestros patrones y nuestras creencias, sin nada que esconder, así que nuestro progreso se acelera. Además, el yoga nudista te ayuda a liberar la energía bloqueada, romper las barreras corporales y vencer los prejuicios mentales que inhiben el flujo natural de la fuerza vital o prana a través del cuerpo».
Para los amantes del tantrismo y otras picardías espirituales, hay que recalcar que, aunque el yoga nudista puede ayudarnos a vencer nuestras represiones y vergüenzas eróticas más arraigadas, no es una disciplina necesariamente sexual y, en principio, la ropa sólo se quita con un único motivo: «Que los asistentes puedan sentirse más libres y sin ataduras para practicar el yoga, perfeccionando así sus posturas», según dice Nicole Daedone, fundadora del One Taste Urban Retreat de San Francisco, uno de los principales centros de espiritualidad donde se practica este tipo de yoga.