Sin embargo, las zonas verdes no son el único sitio público donde la gente se desnuda en las ciudades alemanas, y ni siquiera el principal. Mucho más concurridas por los nudistas son las «playas», como los alemanes insisten en designar a las húmedas orillas barrosas de sus muchos lagos.
Sobre el muelle del Plötzensee, un laguito del segundo anillo urbano de Berlín, se asolea, camina, y se tira al agua una auténtica legión de pieles rosadas y vellos claros. A diferencia de los parques, donde predominan los adultos, en los lagos hay familias completas, con sus niños que juegan en el agua o corretean entre los árboles, amigos que comparten el sol del verano, ancianos. Todos amontonados a distancia de conversación, inmersos en un aire de normalidad.
No son pocos los bañistas que enfrascados en alguna lectura o entredormidos quedan en posiciones de elegancia no convencional. Pero se equivocaría quien les atribuyera una intención exhibitoria, por más que parece obvio que el escudriñamiento ajeno los tiene sin cuidado.
«Me socialicé en la República Democrática Alemana (RDA), y en mi familia son muy religiosos, leen todos los días la Biblia» cuenta Nils, uno de los bañistas desnudos del Plötzensee. «Pero en la época comunista mis padres tenían confianza ciega en lo que decía el Estado, y la cultura del cuerpo libre era parte de eso».
No en vano en los lagos y las playas del mar Báltico comunista había importantes áreas habilitadas para esa institución que el Estado promovía como correlato de una vida más libre y verdadera, y por eso para los seis miembros de la familia de Nils la «cultura del cuerpo libre» (Freikörperkultur, FKK según sus siglas en alemán) no estaba reñida con la lectura moralizante.
La irrupción de cualquier elemento sexual, asegura sin inhibiciones ni ropa el hombre de 42 años, quedaba «fuera del horizonte» de posibilidades. «Unir necesariamente la desnudez al erotismo es casi tan inteligente como hablar de la boca y pensar sólo en comida», escribió en la misma sintonía y en defensa de la costumbre el escritor satírico alemán Kurt Tucholsky (1890-1935).
De todos modos, el esfuerzo que los nudistas hacen por mantener a raya la sexualidad (notable por ejemplo en el férreo control sobre la propia mirada, que nunca recorrerá el cuerpo de un interlocutor) sugiere un resto imborrable de erotismo.
La FKK se institucionalizó en Alemania tras propagarse hacia 1900 en algunas playas del Báltico y en Prusia (de tradición más liberal que el resto de los estados alemanes), aunque entonces ligada a posiciones políticas. En 1913 había 50 asociaciones de FKK, la mayoría de izquierda, y desde su perspectiva la desnudez era testimonio de la igualdad entre las personas. Para quienes la propiciaban desde la derecha, representaba un retorno a las tradiciones de los rudos germanos, cuyo nudismo consignó el romano Tácito (ca. 58-116) en su obra «Germania».
Con el ascenso de los nazis al poder en 1933, las asociaciones del cuerpo libre se prohibieron o se transformaron en clubes deportivos del Nacionalsocialismo. El régimen desarrolló una FKK racista, cuyo principal teórico fue Hans Surén, a quien todavía hoy algunos clubes nudistas mencionan afectuosamente como precursor.
En los años sesenta, la FKK ganó masividad en la RDA con la apertura de playas oficialmente nudistas en la isla de Usedom, en el mar Báltico. Los movimientos liberadores del ’68 hicieron más tarde suya la práctica.
En la Alemania Federal, en el célebre Englischer Garten de Múnich aparecieron en 1980 las primeras personas desnudas al sol, que sin intermediación de telas pasaban a bañarse al Eisbach, principal curso de agua del parque. Tras algunos intentos por prohibirlo, el nudismo pasó a permitirse oficialmente. Siguieron otras habilitaciones similares y desde los años noventa el aumento de la FKK en sitios no oficialmente instituidos para ello llevó a que hoy convivan en armonía vestidos y desnudos prácticamente en cualquier costa.
En enero de 2008 la agencia de viajes «Ossieurlaub» anunció que habilitaría el primer vuelo FKK con destino a la isla germano-polaca de Usedom. Los pasajes de 499 euros (667 dólares) se agotaron en cuestión de horas, pero a pesar de la sonada repercusión mediática (que incluyó especificaciones sobre el momento en que se desnudarían los pasajeros y el uso o no de ropa por parte la tripulación), el proyecto terminó cancelándose en mayo. «Por cuestiones morales», comunicó escuetamente la agencia, aunque los medios alemanes ponen sutilmente en duda que ésa sea la razón.
La elección de Usedom no es casual. Los 50 años de tradición que allí tiene la FKK generaron algunos roces a fines de 2007 cuando Polonia, con quien Alemania comparte la isla, entró en la Unión Europea. Ahora en las playas alemanas hay carteles en polaco que alertan «Atención, nudistas», porque el severo catolicismo polaco ve con desagrado la práctica. Del lado polaco de la isla se advierte en alemán que el nudismo es indeseado, como demuestran los gritos e imprecaciones que los alemanes desatan al quitarse la ropa para entrar al mar.
Durante los fríos inviernos alemanes son pocos los centímetros cuadrados de piel que ven la luz del sol, y la FKK se recluye en ese otro reino de los desnudos que son los saunas. También hay natatorios públicos que ciertos días a la semana y en cierto horario son sólo para nudistas.
La Federación alemana de FKK tiene unos 45.000 miembros, pero su presidente, Kurt Fischer, calcula que quienes practican el nudismo en Alemania son cerca de siete millones, entre los que están los miembros de las numerosas asociaciones familiares de nudismo.
Lo que confiere a la FKK un carácter económico: en los últimos años se desarrolló un importante mercado para las familias que quieren pasar sus vacaciones sin ropa. Fuera de Alemania, los sitios que más cultores del FKK atraen son hoteles y campings de playas en Francia y Croacia.