“Acá no hay bullicio, es un lugar muy tranquilo. Y lo bueno es que hay espacio entre la gente. Aprovecho para hacer topless y nadie me mira raro”, cuenta Gabriela, acompañada por Cristian, su pareja. “Venimos a pasarla bien. A que ella pueda quemarse parejo, sin que le queden marcas”, explica Cristian.
Chihuahua es muy concurrida por argentinos y por uruguayos que buscan un lugar donde poder liberarse de la ropa, pero también de los prejuicios y los tabúes. Cerca de la orilla, Adrián (27), de Montevideo, lee un libro completamente desnudo. Nada lo inmuta. “Está bueno venir. Es cómodo y cada vez se ve gente de menos edad. Este año, mucho más que otros”, cuenta, sentado sobre su reposera.
Para Alejandro Gamella, dueño del primer hotel para parejas nudistas de Sudamérica (del mismo nombre que la playa), es una tendencia que crece. Aquí la piscina es el ámbito habilitado para el nudismo. “Es extraño para la gente que no lo hace. Pero por suerte, la cosa va creciendo y cada vez hay más jóvenes. Los más chicos tienen 25 años”, cuenta.
A Chihuahua puede entrar cualquiera. No hace falta desnudarse para recorrer el paisaje, enmarcado en un entorno natural de médanos y arroyos. La situación no molesta a los nudistas, salvo cuando alguno abusa de su curiosidad. “Están los que pasan y miran de reojo. Hay que ignorarlos. Son chiquilines”, comenta Silvina (26), sentada junto a una sombrilla amarilla que hace juego con su pelo.
Hay familias que comparten la jornada de playa como algo natural. “Venimos todos juntos”, dice Ernesto, padre de dos hijos. Una de las ventajas, dicen, es la comodidad. “Es como estar desnudo en tu casa, es algo que uno disfruta”, ejemplifica Pablo (30), y agrega: “No me importa lo que puedan pensar o decir los demás. Hay que desinhibirse y darle para adelante”.
La tendencia sorprende a Matías, guardavidas de la playa. “Se ven más jóvenes”, aporta. Y la broma se impone: “Si te pica un aguaviva, aguantátela”.